Cuando hablamos de activismo, nos referimos al hecho de ejercer de alguna manera presión hacia determinados comportamientos políticos, económicos o sociales que se producen en nuestra sociedad. Sin embargo, el Activismo accionarial en contraposición a la imagen que se tiene del activismo (manifestaciones, acciones de protesta y demás…), se basa en introducirse en las juntas de accionistas de las grandes multinacionales como forma de presión para defender los derechos humanos, sociales, ambientales… directamente ante los líderes de dichas compañías. Es una especie de activismo elegante, y como veremos a continuación, bastante útil.
El Activismo accionarial (elegante), una práctica ya habitual para las ONG
Esta práctica resulta habitual para las ONG que reclaman los derechos y obligaciones que dichas empresas deben tener desde su propio seno, con el objetivo de evitar actuaciones abusivas. Para entrar en las juntas, o bien pagan el mínimo de acciones exigido por los estatutos, o por el contrario, son otros accionistas (fondos públicos, empresas) quiénes les ceden su derecho de voz (que no de voto) en las juntas. Consiguiendo con ello un activismo menos “criticable” (ya no se hacen actos que pueden ser ligados fácilmente al clásico de manifestaciones descontroladas) y mucho más efectivo.
Ante este nuevo activismo desde dentro, las empresas se sienten mucho más atacadas; ahora (según mi opinión) más por su imagen de cara al público que por atender a la responsabilidad social, se han visto obligadas durante los últimos años a encarar con las ONG la situación (en España tenemos el ejemplo de SETEM, que compró las acciones necesarias para asistir a la junta de accionistas de Inditex, o Adolfo dominguez y ha estado más de diez años acudiendo a sus juntas de accionistas por la defensa del cumplimiento de la Responsabilidad Social de la empresa).
El peligro reside en que las grandes marcas, objetivo principal de los activistas por la importancia que tiene en sus ventas la reputación, mas si cabe en el sector textil (porque se venden estilos de vida) usen la participación en las juntas de las ONG para legitimarse. Por ejemplo, realizando pequeñas aportaciones a la Responsabilidad Social de la empresa y publicitándolas mucho, dando la falsa idea de que es algo básico en su política, cuando la realidad es que siguen actuando de la misma manera (pisoteando derechos y libertades).
¿Cuál es el poder de actuación real de los estados frente a las multinacionales?
El gran problema de los estados (y que no sólo atañe a actuaciones abusivas de las multinacionales, -véase las dificultades para lograr legislar el derecho a la privacidad de los usuarios)-, es que los países-estado no pueden intervenir en las empresas de manera efectiva (la respuesta es local frente a un organismo mundial), por lo que se requiere de la actuación de los organismos supranacionales (ONU, FMI, U.E…) que deberían crear marcos de obligado cumplimiento (ahora son voluntarios, véase normas ISO, OHMAS…) e instrumentos que permitan controlar que las normativas se cumplan. Este problema también afecta a sindicatos, que han perdido eficacia a la hora de reivindicarse por su caracter local, frente a respuestas globalizadas.
Es por ello que iniciativas como el activismo accionarial, el fenómeno The Powys Tax Rebellion o las nuevas formas de sindicalizarse que han tenido los riders de empresas como Deliveero o Glovo, deben ser analizadas como el futuro de la acción sindical y de protesta. La pregunta es, ¿Llegan estas acciones al ciudadano de a pie?